A lo largo de la vida de una persona, y en ocasiones, sin mala intención, es posible que cada uno de nosotros hayamos caído en la trampa del auto-ensalzamiento, o sea, la proclamación de las propias virtudes y méritos. Cuántas veces hemos hablado de nuestras posesiones, por escasas que éstas sean, o de nuestras habilidades, ya sean innatas o adquiridas, o de nuestros logros…y todo ello, con el fin de presumir delante de los demás. No practicamos lo que nos dice el sabio Salomón en uno de sus proverbios: ‘Que sea otro el que te alabe y no tú; un extraño y no tú mismo’ (Proverbios 27:2). Y como dijera Jesucristo en una ocasión, y aunque en otro contexto, bien podemos aplicarlo a la cuestión que nos ocupa, ‘el que de vosotros esté sin pecado que tire la primera piedra’. Dado que somos tan inclinados a alardear y tan dados a vanagloriarnos, pocas o muy pocas personas tendrían la autoridad de ‘tirar la primera piedra’.