
«Corona de los viejos son los nietos, y la honra de los hijos, sus padres» (Libro de los Proverbios de Salomón 17:5).
Todas las naciones tienen un gran número de proverbios, o refranes. Miguel de Cervantes pone en boca del fiel escudero Sancho infinidad de ellos. En mi juventud tuve un libro que se titulaba «El buen Sancho de España». No me acuerdo del nombre del autor, pero dicho libro, recopilaba casi todos los refranes reseñados en el famoso libro Don Quijote de la Mancha.
Los refranes que encontramos en el Libro de Proverbios, por el hecho de estar inspirados por el Espíritu Santo, tienen supremacía sobre cualquier otro proverbio humano.
En el versículo citado el valor inapreciable de la vida familiar es evidente, un apropiado y adecuado forma de orgullo que aprecia y valora los lazos que existen dentro de una deseable, estable y segura unidad familiar. Una solidez y unión que llega por medio de un largo y a veces doloroso proceso de educación y disciplina, de consejos, de concesiones, de elogios, y de todas las cosas necesarias para crear una unidad completa. Sobre todo, el reconocimiento de la bondad y el amor de Dios pues, aunque no se menciona en este proverbio la totalidad del libro de los Proverbios indican que el temor del Señor es esencial para el debido desarrollo en cualquier área de la vida, especialmente en la familia. Es de notar que el vínculo familiar que aquí se menciona es uno que no solo abarca generaciones indicando continuidad, sino que conlleva afecto, cariño y respeto mutuo tanto de los ancianos hacía los jóvenes, como de los jóvenes hacia los ancianos. Dios ha creado la familia para ser una unidad fundamental de la sociedad. Cuando el amor, la seguridad y la confianza absoluta en lo que vemos en este proverbio están presentes la sociedad prospera, pero si están ausentes, esa misma sociedad se desmorona.
Corona. ¿Qué significa eso de que, «los nietos son corona de los mayores»? Una corona es simbólica de estado o condición, y también es usada figurativamente como un ejemplo cuando hablamos de un logro o una obra coronada. El proverbio usado no está describiendo un amor débil y sentimental de un abuelo hacia sus nietos. Son los nietos los que son la corona, no por existencia, sino por su conducta. Cuando consideramos toda la instrucción, consejo y exhortación de padre a hijo en el libro de Proverbios, la evidencia como una marca de éxito, es dirigida no solo a los hijos sino a los nietos.
La Palabra de Dios tiene que ser transmitida de generación a generación. Cuando Moisés exhortaba a la obediencia al pueblo de Israel, en Deuteronomio 4:9 indicaba «las enseñarás a tus hijos, y a los hijos de tus hijos», y cuando los efectos de la Palabra de Dios son observados en los nietos, está claro que el elemento de continuidad está presente. Esto nos recuerda no solo nuestros deseos de que nuestros hijos y nietos sean obedientes a la Palabra de Dios, sino también que debemos mostrarles con nuestro ejemplo, los principios eternos y espirituales que dicha Palabra contiene.
Honra. La segunda cláusula del versículo habla de que, «la honra de los hijos son sus padres». Esto puede interpretarse en dos ligeramente diferentes formas. A menudo pensamos que los niños que se portan bien y aprovechan sus estudios, son el orgullo de sus padres. Pero a veces por diversas circunstancias, se da casos en los que los hijos se avergüenzan de sus padres especialmente cuando están en compañía de sus amigos. Cuando los hijos hablan bien de sus padres con los amigos, es una señal de pertenecer a una familia ideal, sana y fuerte. Normalmente esto indica una relación abierta entre los padres y sus hijos, donde no hay barreras artificiales establecidas y donde las cosas pueden hablarse libre y respetuosamente. Cuando vemos equilibrados niños y jóvenes que se portan bien y prosperan en sus estudios o trabajos, podemos estar seguros de que en la mayoría de los casos se debe en gran parte a su educación parental, especialmente si esa educación está basada en los principios cristianos evangélicos anunciados y predicados por el Señor Jesucristo.
En nuestras relaciones familiares, ¿qué importancia damos a amar y honrar a Dios abiertamente, y que estamos haciendo para promover los principios expuestos en este proverbio? Si deseamos progresar en motivación y dirección en nuestra vida cristiana familiar, la única respuesta y el único camino para ello es acudir y poner los ojos en Jesucristo nuestro Señor, quien sigue siendo «el autor y consumador de la fe». Una fe que es poderosa para llevarnos a reconciliarnos con Dios.
Marcos Román Chaparro