
Se conoce como suicidio el acto voluntario por el que una persona pone fin a su existencia (diccionario panhispánico del español jurídico). Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) se produce un suicidio cada 40 segundos en el mundo. Podemos pensar en cuántos cuarenta segundos se nos escapan a diario en nimiezas, y que al mismo tiempo muchas personas están librando en soledad la batalla más dura de su vida: poner fin a ella.
La Asociación de Supervivientes-Después del Suicidio (DSAS) dice que “el suicidio es el resultado de un terrible sufrimiento emocional interno. Nadie quiere morir y los que mueren por suicidio tampoco, si hubieran encontrado otra salida en su mente a su sufrimiento”. Son muchos los factores que pueden llevar a alguien a tomar tan drástica decisión. El plan de suicidio se trabaja en soledad, para que nadie pueda estorbar su final. Y es en soledad donde se sufre ese sufrimiento, profundo e insoportable. De ahí el ver la muerte como un alivio.
Ante esta tremenda y dura realidad es de suma importancia prestar atención a ciertas señales que nos pueden decir que alguien está pensando en terminar con su vida: expresa claramente el deseo de acabar con su vida, se aísla, transmite la idea de que por fin dejará de ser un problema para los demás, sus hábitos de alimentación y descanso son fuertemente alterados, pierde interés en estudios, trabajo u otras responsabilidades, empieza a despedirse de personas, empieza a regalar objetos de gran valor personal, descuida su aseo personal y apariencia física, comienza (o aumenta) el consumo de sustancias tóxicas, se sumerge en problemáticas que no tienen solución, siente bloqueo y desesperación así como nerviosismo e inestabilidad emocional. Una señal muy seria, quizá la más seria, es la de un intento previo de suicidio.
¿Qué podemos hacer? Lo más importante, estar cerca de la persona, que ella sepa que estamos para ayudarla, para escucharla, sin juzgar, aceptando sus sentimientos, aceptando su estado, mostrando tranquilidad, Estoy bien. Es importante ser claros y hablar directamente sobre si está planeando suicidase, pero siempre desde un ambiente de confianza. Hay que mostrar sincera preocupación. Es muy importante no dar ninguna garantía de que se va a mantener la confidencialidad. La integridad de la persona es lo que prima. Será necesario comunicarlo a familiares, amigos. Retirar cualquier objeto que pueda ser usado para autolesionarse (cuchillos, armas, medicinas, plaguicidas…). Buscar ayuda profesional.
¿Conoces a alguien que muestre alguna señal de que pueda estar pensando en terminar con su vida? ¿Estás tú pensando en poner fin a tu propia vida? Antes de hacer nada irremediable busca apoyo de personas que te valoren y te amen (familia, amigos…), intenta formar parte de algún grupo social (club de lectura, cursos…), procura y pide ayuda para adquirir o recuperar hábitos saludables a nivel de sentimientos y de habilidades sociales, inicia un estilo de vida que te beneficie a nivel físico, mental y espiritual, habla de lo que sientes y piensas con personas de confianza que te puedan ayudar, permite estar acompañado cuando no te encuentres bien, ten a mano números de teléfono de personas conocidas en caso de crisis, ten a mano los siguientes números de teléfono: 024, teléfono de Atención a la Conducta Suicida, y 717 003 717, teléfono de la Esperanza.
La desespenranza termina con la vida. La esperanza da ilusión para seguir viviendo. No todos los problemas y dificultades tendrán solución. Pero, aun en medio de ellos, es posible vivir con esperanza. Hay alguien que vivió las mismas dificultades que tú puedas estar viviendo. Jesús, cuando se hizo hombre, caminó por nuestros propios caminos, lloró nuestras propias lágrimas y sintió la soledad que tú también puedas sentir. Jesús dijo: “Yo he venido para que tengan vida y para que la tengan en abundancia”, Juan 10:11. La promesa de Jesús es que él no nos va a abandonar si confiamos en lo que dice, si creemos su palabra.
Ve a él con tu dolor. “Venid a mí”, dijo en otra ocasión Jesús, “todos los que estáis trabajados y cargados y yo os haré descansar”, Mateo 11:28. “Clama a mí en el día de la angustia, yo te libraré y tú me honrarás”, Salmo 50:15.
Si tu dolor es tan fuerte que se convierte en insoportable, rodéate de personas que te escuchen y te entiendan, rodéate de personas que se preocupen por ti. Pero, sobre todo, rodéate del amor que Dios te ofrece en su Hijo Jesucristo. En la Biblia puedes encontrar preciosas promesas de consuelo y ánimo hechas por aquel que no miente, y en quien todas las promesas se cumplen. Él quiere estar a tu lado, caminar contigo y aliviar tu dolor. Confía en Jesús.
Elisabeth Ramos