¿Cúal es tu problema? ¿Cúal es nuestro problema?

By 23/02/2013Reflexiones

La declaración del apóstol Pablo está a la vista en Romanos 1:18-32, que es uno de los más solemnes capítulos de la Biblia, las Sagradas Escrituras, donde nos muestra las profundidades del pecado en el corazón del hombre, y la reacción de Dios en contra de ello. Si el pecado es una realidad, que lo es, también es una realidad la ira divina; y la única respuesta a la ira de Dios, es su gran amor revelado en el Evangelio de Cristo Jesús. Una de las pruebas de ese amor la encontramos en las palabras de Jesús en el Evangelio de Juan 3:16 “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que Él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”.

Catálogo del pecado. Si nos fijamos, el catálogo del pecado en Romanos 1 tiene una moderna resonancia. Comienza con el hombre ocultando y sofocando la verdad de Dios (ver.18): “Ciertamente, la ira de Dios viene revelándose desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los seres humanos, que con su maldad obstruyen la verdad”. Cuando esto sucede no queda norma de comportamiento, no vemos nada como bueno o malo ya que todo es una cuestión de opinión. En estas circunstancias, moralmente hablando, la mayoría hace lo que le conviene.

El texto continua: “Aunque afirmaban ser sabios, se volvieron necios y cambiaron la gloria del Dios inmortal por imágenes que eran réplicas del hombre mortal…Cambiaron la verdad de Dios por la mentira, adorando y sirviendo a los seres creados antes que al Creador, quien es bendito por siempre. Amén” (vers. 22-25). ¡Qué gran verdad! Somos lo suficientemente inteligentes para poner hombres en la Luna, pero lo bastante tontos para crear una epidemia del SIDA… A la verdad del Creador de todas las cosas se la llama mentira, y se venera como verdadero a un ciego proceso de evolución.

La realidad presente. ¿Cómo reacciona Dios a todo esto? Pues, Pablo lo expresa en el versículo 28 “Además, como estimaron que no valía la pena tomar en cuenta el conocimiento de Dios, él a su vez los entregó a la depravación mental, para que hicieran lo que no debían hacer”. En otras palabras, “la ira de Dios viene revelándose desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los seres humanos, que con su maldad obstruyen la verdad” (Ver.18), dejando al hombre a su propia estratagema. Sin Dios, la sociedad humana se hunde a sí misma en un barranco o zanja de injusticia, crueldad y corrupción moral.

El castigo de Dios al pecado no es algo reservado para el futuro, sino que es una realidad presente. Si tenemos alguna duda sobre esto solo hay que leer la prensa diaria o escuchar la televisión.

 

La gente se pregunta, ¿Por qué en estos momentos ocurren en el mundo estas cosas tan terribles. La contestación es, porque en vista de la desobediencia del hombre “…Dios los entregó a pasiones vergonzosas” (Ver.26). Guerras, crímenes, violencia, avaricia, drogas y muchas más cosas de esta índole, están destruyendo nuestro mundo, porque no le damos importancia al pecado. Pero hay una única y verdadera solución, y es:

El Evangelio de Jesucristo. Hay quien piensa que la educación académica y el mejoramiento social solucionarían los problemas de nuestro tiempo. Por supuesto, todos debemos de trabajar por una mejor educación y una sociedad más equitativa y justa; pero cambiarse de una cabaña a un palacio, no cambia la naturaleza pecadora del hombre.

 

La única solución al problema de la sociedad, tu problema y mi problema, es el Evangelio de Jesucristo. ¿Por qué? Porque únicamente Jesucristo puede tratar con la ira de Dios contra el pecado. El apóstol Pablo habla de la ira de Dios hasta Romanos 3:20, cuando dice “…que por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de Dios…”; y desde ese momento en adelante Pablo presenta las buenas nuevas de salvación por medio de Jesucristo.

Por el amor e interés por los mismos pecadores que provocan su enojo, Dios provee un maravilloso camino de salvación, y todo el plan de salvación gira y depende del Señor Jesucristo, que dijo a sus discípulos, y sigue diciendo a todos: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (Juan 14:6).

Misión positiva y completada. Cuando Dios envió a su Hijo sin pecado, a nuestro caído y trastornado mundo, no le mandó como Caudillo gobernante ordenando a los pecadores a obedecerle. No. Jesús vino al mundo humildemente, como había sido profetizado en Isaías 53:3 “Despreciado y desechado entre los hombres, experimentado en quebranto; y como escondimos de Él su rostro, fue menospreciado, y no lo estimamos”.

 

 

 

Como podemos ver, el plan de Dios era imponer en Jesús, quien no había cometido pecado, todos los pecados de aquellos que para salvarse de una condenación eterna y tener una salvación, también eterna, se arrepintiesen de sus propios pecados, creyesen en el Señor Jesús y le aceptasen como Salvador y Señor personal. En la Cruz del Calvario, sufriendo la ira de Dios y el juicio que nosotros merecíamos, Jesús pagó la deuda incurrida por nuestra maldad y pecados. Pero Jesucristo se levantó de los muertos, resucitó para mostrar que Él había consumado y cumplido su misión de salvación en la tierra, satisfactoriamente.

 

 

 

Con esto, la exigencia santa de Dios había sido totalmente saldada. Nuestro pecado había sido castigado con la muerte de Jesús en la cruz. La ira de Dios había sido removida de nosotros y en su lugar, nos acogió su amor, su gracia, y su misericordia. Esta es la repuesta y solución de Dios al pecado humano. Esto es el Evangelio del Señor Jesús, cuyo nombre significa Salvador, “porque Él salvará a su pueblo de su pecado” (Mateo 1:21), y Jesús, el Hijo de Dios “vino a buscar y a salvar lo que se había perdido” (Lucas 19:10).

Marcos Román Chaparro

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