No podemos negar que vivimos en una sociedad en la que impera el “yo” y la individualidad. Todo lo que nos rodea nos impulsa a pensar exclusivamente en nosotros mismos, conocernos y ser el centro de nuestro universo. No hay nada más que mirar nuestros perfiles de redes sociales en los que solo aparecen fotos de nosotros mismos, los libros de autoayuda y autoconomiento son los más vendidos y se nos vende que para que las relaciones con otras personas funcionen tienes que pensar en ti mismo primero.

Podemos escuchar frases como: “yo es que soy así, y a quien no le guste, lo siento”, “es mi carácter y no puedo hacer otra cosa…” “Ama como eres para ser feliz” o “No esperes que cambie, porque yo siempre he sido así…” y darlas como validas en nuestra sociedad y momento actual, pero… ¿Es esto lo que vemos en la Biblia?

Siempre me ha apasionado el personaje bíblico Pedro, me veo muy reflejada en su impulsividad, se movía por el corazón, siempre listo para hacer, pero poco para pensar y cobarde cuando la situación lo requería.

Pero lo que realmente me apasiona de él es el cambio y la madurez que muestra en sus cartas. Cuando leemos 1ª y 2ª de Pedro nos puede parecer incluso que no es la misma persona, como maduró y aprendió a amar a ese Jesús que negó, de manera genuina.

¿Es por lo tanto valida aquella letra de la canción “yo soy así, así seguiré, nunca cambiaré…”? La Biblia nos enseña que el pecado ha corrompido esa semejanza que tenemos con Dios, nuestro pecado nos hace separarnos cada vez más a como Dios nos hizo y quiere que seamos.

Ha distorsionado nuestro carácter, el amor propio en egoísmo e individualidad, la sinceridad en tiranía, el servicio a los demás en exigencia personal, el amor y la entrega a los que nos rodean en satisfacer mis deseos en primer lugar.

El sacrificio de Jesús en la cruz no solo nos perdona sino transforma quien somos, nos da una nueva identidad en Él y nos hace tener la mejor versión de nosotros mismos.  Ese es el efecto de la cruz de Jesús en nuestra vida, como dice el versículo de Gálatas 2:20

“Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, más vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.”

El Espíritu Santo tiene que trabajar en aquello que no se asemeja al carácter de Dios, el nos moldea y cambia; y ese cambio trae bendición y buenos frutos a quién nos rodea.

Conformarnos a quien somos sin Cristo es dejar sin llenar el vacío que solo Él puede llenar, solo dejando que Jesús llene nuestro verdadero ser es cuando encontraremos esa realización y felicidad plena que Cristo nos da.

Que podamos decir como dijo Juan el bautista en Juan 3:30 “Es necesario que él crezca (Jesús), pero que yo mengüe.” Para que Jesús no solo nos perdone si no que también nos transforme para ser más como Él.

Miriam Ruiz García

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